sábado, 18 de junio de 2011

Tornar a la teva museu

Me echa para atrás la idea de cruzar el mar si sé que no puedo salir vivo de esa mal augurada travesía. No me convence coger un coche con tres ruedas pinchadas, ni tirarme de un rascacielos sabiendo que aún así cumpliré el sueño de volar. No es culpa de nadie. Tal vez por eso nos sentimos desorientados. Y no sé que decir, la lengua y mis labios solo recuerdan un movimiento, y, solos, tienen miedo de naufragar en la locura. Y no sé que decir. Por una parte recapitulo y no veo otra salida mejor. Se me endurece el alma al pensarlo, ansío volver a tu museo, ver las obras de tu cuerpo. Y la otra parte, a cada cual más contundente, son cada uno de los días que he escrito pensando en las horas antes que me brindaste. No quisiera pensar que brindamos como imbéciles, pero no sabíamos lo que hacíamos. Aunque no oigamos los gritos de los mudos, también se duelen. Si das suficientes cabezazos, tiras la pared

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