viernes, 18 de enero de 2013

Otra entrada más

No aseguro una buena temporada, ni siquiera victorias, tan solo sé que tenemos derecho a roce. Como siempre, estas palabras no valen absolutamente de nada. Actúo sabiendo que nada de lo que hago será relevante. No te tomas dos minutos de tu vida para darte cuenta de que la estás tirando, vas a interesarte por lo que escribe un miserable trapecista onírico. 
La fricción también está permitida. Abusar del alcohol para pasar por alto que somos dos desconocidos al fin y al cabo. Me da igual admitirlo, desde que te conozco malgasto balas sin despecho, como si tuviera otro cartucho en la recámara, pero no. 
Nada vale la pena de ser encontrado sino lo que jamás ha existido aún.

jueves, 17 de enero de 2013

Culpable

Celeste hipocresía la que asola sobre nosotros. No han sido crueles, sino más bien libres de erigir su propio camino tomando como primera losa nuestro primer paso juntos. Quién sabe dónde quedó la época en la que pensábamos que la felicidad era de madera, pero yo ya no huelo a barniz. Cuando me sujetabas con tus susurros y tus dedos vagabundeando entre mi pelo buscando un poco del cariño que nunca te supe dar. Pudimos salvar el cuento de hadas del olvido y lo único que hicimos fue ir cavando la tumba real de la princesa y del campesino que murieron presos del exceso de libertad.
A veces añoro cosas que no he vivido, y tengo miedo. El día que ocurran, la falsa nostalgia se convertirá en daga de recuerdo, y no sabremos si escondernos o aceptar que hemos fracasado como emprendedores amantes fugaces.

martes, 1 de enero de 2013

Todo hombre es tonto al menos cinco minutos al día

Pocos sospechan al percibir la primera fisura en una pieza de porcelana que esa delgada línea basta para hacerla estallar. Cuántas veces habremos estado al borde del desquicio, de perder la compostura, de resbalarnos, de perdernos sin quererlo, de saborear una nueva victoria, de acariciar el peligro, de conocer los adentros del huracán. Qué haríamos si no fuéramos conscientes de lo que hacemos y decimos en todo momento. Por muchos que el caos sea un cálido hogar, no dejamos de ser okupas en la casa de la conciencia. 
A veces, aún a sabiendas de que los sueños son preciosos y orgásmicos, no querría vivirlos. Nos hacen obtener una perspectiva de la realidad tan sublime que adormece en nosotros cualquier estado de complacencia. 
No quiero dejar de soñar, no quiero dejar de cumplir las normas, no quiero dejar de no hacer lo que quiero porque lo correcto manda. Pero todos tenemos un límite. Caer en la tentación como si fuera un accidente.