viernes, 19 de abril de 2013

Nada se parece tanto a la ingenuidad como el atrevimiento.

Caos. Consuelo. Dos bocanadas de aire y unos centímetros en medio que se hacen longevos. Cada vez que rozo tus labios con mi dedo me entra un escalofrío y me desenmascaro. En mis ratos de solas los recuerdos se caducan y me sirven otros nuevos. Sigue sin gustarme. Los fogonazos que me pegabas por las noches eran dignos de ser fotografiados; descritos con palabras de seda. Nos metimos en un lío y salimos de él como pudimos, y no fue peor el remedio que la enfermedad, como pensaba el sabio. La vida nos otorga pequeños momentos en los que el destino no entra en juego pero no nos damos cuenta. Miradas torpes, sentimientos parapléjicos. Solo pedía estar junto a ti; un atisbo de tu risa. Que me dibujaras con tus dedos en mi espalda la frase que siempre quise tatuarme. Nunca he escrito nada parecido a un cuento de hadas, pero idolatro los finales felices. Finales felices en los que en vez de comer perdices nos miráramos descaradamente con deseos de que todo volviera a ser como el primer día.
En la morada de lo indescriptible no soy bienvenido y tampoco quiero serlo.
"Dad al hombre salud y metas que alcanzar y no se detendrá a pensar sobre si es feliz o no." George Bernard Shaw.

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