jueves, 25 de abril de 2013

10:12

Todo es aparentemente sencillo. Tu forma de contarme lo que te pasa, y también lo que no, con esa soberbia infantil y chicharachera que siempre, aunque no lo sabía, logró vencerme. No darte cuenta de que eres preso de un sistema espectador, viendo como se desarrolla todo a tu alrededor mientras no alcanzas a dar un paso que valga la pena. Me subo a ti y corro. Corro sin tino y me miras, sonriendo, porque te importa mi rumbo, mi trayectoria, en cada paseo utópico en el que se convierte el día a día.
Y hago un inciso para preguntarme si después de la gran caminata conviene guardar el afán. Sería precioso cumplir la meta que me llevó a volver a mirar hacia mis adentros. No sé si la luz que desprendes es el faro que debo seguir o es el incendio que mi profecía dice que acabará conmigo. Si la curiosidad mato al gato, treparía felino por esas estúpidas reglas y refranes que disculpan los fracasos y amedrentan los altos ritmos cardíacos.
Porque entiendes que soy extraño y no intentas convertirme en otra oveja del rebaño.

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