Y abrió la ventana de su habitación. Se sentía en una nube. Creía que volaba con los pies en la tierra. Aquellos ojos iluminados, a la par de cerrados por la somnolencia que produce la ilusión, eran dignos de confundir a los aviones. No era consciente de lo que estaba pasando, no asumía la situación, y eso le daba gustillo. No existían las corazonadas, llovían las sonrisas, y se besaron con los ojos abiertos.La razón se hace adulta y vieja; el corazón permanece siempre niño.
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