lunes, 24 de enero de 2011

kim

Ser el soldado de juguete de una bonita colección. El primero de una larga fila de aberrados combatientes que miran a su destino, algunos con valentía, a otros se les destroza el alma. Yo hablo de batallas sin armas, de soldados elegantes, y de disputas cuyo motivo no sirve para colmar el vaso. Pero no importa la magnitud del problema, sino como afecta a ese pequeño corazón coraza que sustenta de latidos, a veces inapreciables, nuestra existencia. Por mi boca solo salen.. no sale nada. Y si algo saliera, me taparía los oídos tan fuerte hasta que hagan contacto con mis pensamientos, así comparan opiniones. Impulsados hasta la verdad más rápido que tú. correr dando vueltas y aún así no acordarte del recorrido. Qué daría. No hay personas con decencia. Ese tipo de valores solo se encuentran en los peluches de los pies de tu cama, en las clases de filosofía y en un paquete de cereales cuando hay hambre a altas horas de la mañana, aunque después de estos días les he cogido asco. Me recuerdan que los cabrones y las zorras no solo vienen empaquetados o en huevos kinder. Plagas epidémicas, decepción, asco, se produce cuando se sobrepasan los límites morales.
Porque los soldados de juguete no luchan, pero estarían dispuestos a hacerlo. Ahí los ves, preparados con su escopeta y su casco. En el fondo soy afortunado, aunque sea un soldado que solo recibe y no mata a nadie. Me gustaría tener un estante lleno, que digo lleno, repleto, de figuras de juguete, personas estáticas y pequeñitas que, al mirar sus caras, me recuerden inconscientemente: "SI YO ME MOVIERA, ME COMERÍA EL MUNDO, GILIPOLLAS"

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