lunes, 18 de abril de 2011

A mentir sense lapidar

Nunca quiso ver la verdad. Le dijeron que la realidad era triste y la demacrada imagen de su vida le amartilló el estómago. Fue un mártir apaleado. Vivió ejemplarmente y su mente ejemplar dejó de respirar oxígeno. Aprendió a conocer sin confiar, a mentir sin lapidar, y a cometer suicidios diarios que le llevaron a un placer poco sincero. Fracasó en todo menos con ella. Le fue otorgado un don oculto que fijó como estandarte. Su bandera se tiñó del color de su lápiz de labios. Quiso ser grande como las montañas. Susurrarle al cielo que algún día llegaría tan alto como él sin faltarle al universo. Un maravilloso sueño le gritaba a lo lejos. Fulgurante. Que tú fueras él y él simplemente no fuera. Lejos de esta jaula hay un gladiador sin puñal deseando salir; deseando salir airoso de esta guerra a la que alguno llama vida.
Sin tu tacto y sin tu olor se sintió completo, pero con el calor de tu aliento cayó por el precipicio del gozo más intenso. Malévolo amor idealizado.

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