domingo, 6 de octubre de 2013

Ir a la cocina sin quitarte las legañas
y querer sentir el frío de un buen café con hielo. 
Notar la diferencia 
entre dos o tres piedras de hielo 
porque eres íntimo con las temperaturas. 
Apoyar los codos sobre el pollo de la cocina, 
pegar un sorbo 
y notar como baja por el esófago 
algo tan frío 
como lo que te duele desde hace tiempo, 
pero tangible. 
Y cuando te has terminado el café, 
te das cuenta 
de que solo han pasado dos minutos 
y las dos o tres piedras de hielo siguen intactas, 
porque no tienes paciencia para nada en esta vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

rdtfgyuhj