domingo, 10 de marzo de 2013

Crónicas, 18:18.

No pasa un día
sin que me atraque la sospecha
de que algún ladrón
cabrón
le guinda del bolsillo a mi reloj
un par de horas.
No hay noche en que no despierte
de repente
para sorprender en pleno acto de rapiña
al artesano cruel
que le saca punta al minutero.
Duermo con un martillo bajo la almohada,
o un libro amigo de tapas duras,
que viene a ser lo mismo.
Tengo conciencia atómica del sonido baboso
que producen al alejarse mis segundos,
pero solo logro adivinar con quién se van
cuando ya se han ido.
Me he reconciliado con mi sombra
al comprobar que la pobre se mueve
cada vez
un poco menos
y se esconde asustada
entre mis pies
cuando llega el mediodía.
Dice mi doctora que es normal
y que me ve mucho mejor
cuando acudo atardecido a su consulta
e insiste en que no deje las pastillas.
Pero alguien
se está quedando con mi tiempo
para venderlo los domingos en el rastro
y lo peor es que sospecho
de mi complicidad en el asunto.
No pienso denunciar el robo,
pronto
se quedará sin nada que quitarme,
pero resulta insoportable
la sospecha de que conozco al delincuente
casi tanto
como creía conocerme a mí mismo.
Estoy considerando
seriamente
empezar
a beber
otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

rdtfgyuhj