martes, 1 de enero de 2013

Todo hombre es tonto al menos cinco minutos al día

Pocos sospechan al percibir la primera fisura en una pieza de porcelana que esa delgada línea basta para hacerla estallar. Cuántas veces habremos estado al borde del desquicio, de perder la compostura, de resbalarnos, de perdernos sin quererlo, de saborear una nueva victoria, de acariciar el peligro, de conocer los adentros del huracán. Qué haríamos si no fuéramos conscientes de lo que hacemos y decimos en todo momento. Por muchos que el caos sea un cálido hogar, no dejamos de ser okupas en la casa de la conciencia. 
A veces, aún a sabiendas de que los sueños son preciosos y orgásmicos, no querría vivirlos. Nos hacen obtener una perspectiva de la realidad tan sublime que adormece en nosotros cualquier estado de complacencia. 
No quiero dejar de soñar, no quiero dejar de cumplir las normas, no quiero dejar de no hacer lo que quiero porque lo correcto manda. Pero todos tenemos un límite. Caer en la tentación como si fuera un accidente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

rdtfgyuhj