lunes, 18 de junio de 2012

De La Isleta hasta mi ordenador.

No aguanto que otro suplante una propiedad que hago mía. Te pones tu nombre en mi frente cuando estoy contigo, y cuando me voy usas la tinta para escribir en el pene de otro. Estoy harto de que escribir felicitaciones esté mal visto, y que una noche de puta pasión sea lo que está en busca y captura. Perdimos los ideales con American Gigoló y La Vida es Bella pasó a un segundo, aunque no menos lloroso plano.
Eres de esas personas que no consigo olvidar. Puedo estar con la mujer de mis sueños, que tú siempre serás mejor porque eres real. No hay un pecho mejor donde acomodarse. Quiero el tuyo por encima, por debajo y a mil kilómetros de todos los demás.
Creo que me has enseñado muchas cosas, pero destacaría tres. La primera es que más vale que te guste lo que haces, a no hacerlo por un buen futuro. De ahí cobraría sentido que sea un polvo lo que convierta tu fin de semana en el mejor del año. La segunda es que hay que ser valiente. Soy valiente cuando no hay nadie delante. Y la tercera es que sabes que te mola alguien de verdad cuando echas de menos su sonrisa. No puedo dejar de pensar en cosas para hacerte reír. Me como el coco tanto, que se ha convertido en una forma de vida peligrosa y autárquica, lejos de cualquier fin lucrativo, pero que de cierto modo me nutre de un "sé que vale la pena" -aunque en verdad sé que soy una oveja más en tu rebaño de exclavizadas productoras de lana.
¿Que si creo en el amor? No estamos hablando de Papá Noel, pero, sin duda, creo que el amor existe, pero no lo distingues entre tanto sexo mental de mármol.

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